jueves, 18 de mayo de 2017

VACUNAS Y GRUPOS ANTIVACUNAS (1)

RECHAZO A LAS VACUNAS.-

          Las vacunas constituyen una de las actuaciones sanitarias que han demostrado mayor eficacia y eficiencia (consecución real de sus objetivos y relación coste-beneficio) a la hora de prevenir enfermedades severas, que pueden incluso comprometer la vida del paciente o producirle graves secuelas que le acompañarán a lo largo de su vida. La organización Mundial de la Salud calcula que las vacunas salvan por sí mismas entre 2 y 3 millones de vidas al año, y que en los países a los que las vacunas no pueden llegar fallecen cada año 2 millones de personas por enfermedades prevenibles.
  
         Sin embargo, y a pesar de ello, existen grupos de población que, seguramente de buena fe, pero con poco criterio, rechazan la vacunación (totalmente o en parte), basados en teorías falsamente científicas, que atribuyen a las vacunas unos efectos secundarios desmesurados, que las consideran innecesarias o peligrosas, o que exhiben teorías conspirativas sobre supuestos lobbys farmacéuticos que imponen a los gobiernos y a los estados la vacunación, especialmente la infantil, aún a costa de arriesgar la salud de los usuarios.

          Afortunadamente, en España estos movimientos tienen todavía poca entidad, pero cada vez es más frecuente encontrarnos en nuestras consultas diarias a padres que rechazan la vacunación, aunque generalmente no saben explicar con un mínimo de coherencia las razones de dicho rechazo.

       Por ello creo conveniente recoger en este blog mi opinión personal sobre el tema, y tratar de romper alguno de estos mitos que pueden afectar de manera muy seria la salud de nuestras generaciones futuras.

Breve historia de los grupos antivacunas.-

         Como cualquier actividad humana, las vacunas han generado desde siempre opiniones negativas y críticas, incluso desde el mundo sanitario, en algún sector de la población. El rechazo a la vacunación puede tener grados (desde el rechazo total hasta rechazos a determinadas vacunas o campañas. Se pude rechazar tanto la vacunación en sí como algunos aspectos de las mismas o de su práctica (rechazar algún componente de las vacunas, rechazar la obligatoriedad de las mismas, etc). En todos los grupos se hace hincapié en la libertad de cada uno para elegir si vacunarse o no y si vacunar o no a sus hijos.

       En la sociedad actual, la información se obtiene de manera muy rápida mediante acceso a Internet y a las redes sociales, pero también de manera muy poco crítica. Es fácil encontrar la información que uno desea. Lo difícil es valorar la validez de lo que se escribe. No todo lo que está escrito es cierto, y la red puede ser una excelente plataforma para la manipulación de las ideas, cuando se usa sin un espíritu crítico capaz de valorar la fiabilidad de la información, empezando por conocer lo que hay detrás de la firma.

          Cuando el Dr. Boynton intentó la inoculación (antecedente de la vacunación) frente a la gran epidemia de viruela de Boston  en 1721, recibió el rechazo masivo de la comunidad científica y de la comunidad religiosa de la época, arguyendo unos que no lo consideraron útil  y otros que tal actuación era un intento de cambiar la voluntad de Dios. Aún así, Boynton consiguió inocular a 242 personas, entre ellas su propio hijo. De las personas inoculadas murieron un 2 %, mientras que de las 6.000 personas infectadas falleció un 14 %. A pesar de ello, Boynton fue atacado e incluso detenido, siendo puesto en libertad únicamente cuando juró no volver a hacerlo si no era con permiso del gobierno.

          En la llamada "Guerra de los Boers", las tropas expedicionarias británicas desplazadas a Sudáfrica se negaron casi masivamente a vacunarse frente al tifus. Apenas se vacunó a 1/3 del contingente. Al final de la campaña habían muerto 9.000 expedicionarios por tifus, más victimas que las ocasionadas por el propio conflicto bélico.

          Pero el origen de los grupos antivacunas que vemos hoy en día está en el estudio publicado en en 1998 por el Dr. Wakefield en una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, The Lancet.
Tras examinar a 12 niños autistas, publicó su estudio en el que defendía la relación entre la administración de la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) y el desarrollo de autismo. Este estudio causó mucha desconfianza en la clase médica por el escaso número de niños estudiados, pero tuvo una amplia resonancia en los medios de comunicación, que llevó a muchos padres a desarrollar miedo a la misma, con un descenso de la cobertura vacunal por dicha vacuna del 92 % al 85 %. Como consecuencia, comenzaron a aumentar los casos de sarampión en Reino Unido, con sus consecuentes complicaciones y secuelas. Wakefield se comprometió a repetir el estudio con un número mayor de niños.

          Otros equipos médicos y científicos realizaron las mismas investigaciones, y ninguno obtuvo los resultados de Wakefield. En 2004, diez de los coautores del artículo retiraron su firma del mismo, y en 2010 The Lancet retiró el artículo. En mayo de ese año, el Consejo General Médico del Reino Unido retiro al autor la licencia para trabajar en ese país por su conducta deshonesta e irresponsable.

          Investigaciones periodísticas descubrieron, entre otras cosas, un complicado entramado de intereses económicos tras la actuación de Wakefield, que incluyen hospitales, fabricantes de "medicamentos" alternativos (y, en el mejor de los casos, inútiles) y abogados especializados en demandas por negligencia médica.

          En resumen, la actitud anti-vacunas se fundamenta en la ignorancia y en el egoísmo. Los padres que, seguramente de buena fe, se niegan a vacunar a sus hijos poseen mucha información, pero errónea, sacada de páginas sin ninguna acreditación adjunta y que no dan referencias de ninguna publicación "seria y científica" que apoyen sus argumentos. Además es una actitud egoísta pues, al no vacunar a sus hijos, ponen en riesgo a un sector de la población que no puede recibir la prevención que aseguran las vacunas (por trastornos inmunitarios, trasplantados, diabéticos, enfermos de VIH, etc.) o a gente que ha nacido antes de las vacunaciones masivas y por tanto no se benefició en su momento de las mismas. Y no hablemos ya del gasto social y sanitario que supone una epidemia de una enfermedad considerada desaparecida.

          Si se abandona la vacunación, vuelven a aparecer las enfermedades. Un caso actual es el de la tosferina, con el fallecimiento reciente de un bebé no vacunado en Cataluña. En Estados Unidos se registraron unos 1.000 casos en 1976 y, tras el descenso importante de la tasa de vacunación, se registraron 26.000 casos en 2004 (datos de la Academia Americana de Pediatría).

          Esto es un primer acercamiento al problema planteado por los grupos anti-vacunas, que afecta a toda la población, especialmente a los más débiles.

          En el próximo post os hablaré de los argumento que hoy en día dan los detractores de las vacunas, y, en la medida de mis posibilidades, intentaré situarlas en su justo término.